Spotify cambió el color de su logotipo hace unas semanas y buena parte de Internet todavía sigue odiándolo. Es un problema que ha reconocido el director de arte de la empresa, Tobias Van Schneider, en su lista de correo: "no es un debate sobre si es el color adecuado o no, sino simplemente sobre cambiar o no cambiar".
Van Schneider reconoce que la "tormenta de tweets" se debió a que la compañía no avisó del cambio a los usuarios, que se encontraron un día con un verde chillón donde antes había "verde brócoli". E ilustra el problema de los cambios en las marcas. Un problema llamado usuario, al que no le gustan los cambios, ni quiere darse cuenta de ellos.
Se trata de un sesgo cognitivo bastante conocido en la sociología, el del statu quo. La preferencia que tenemos los seres humanos para que las cosas sigan igual, cambien sólo si es absolutamente necesario y no perturbe nuestros hábitos. Que nos hace generar cierta resistencia a los cambios: cada vez que Twitter, Gmail o Facebook -por citar tres de los programas más habituales- modifican su diseño o función, una masa enfurecida de usuarios se manifiesta en contra de los mismos.
Así que Van Schneider tenía razón: se trata de cambiar o no cambiar, y de nuestro odio cognitivo hacia el tema. La teoría del diseñador es que el "odio al verde" se convirtió en viral “porque el COLOR en sí mismo es algo que todos entendemos y sobre lo que todos tenemos fuertes opiniones al respecto".
El nuevo color de Spotify forma parte de un rediseño total de la marca, supervisado por Van Schneider, uno de los mejores diseñadores de la actualidad. Incluye cambios en la app, en el tratamiento de imágenes -que pasarán a tener una estética parecida a la de los carteles de los 70.
Pero el público no sabía nada de esto cuando apareció el nuevo verde. Que, incluso hoy, sigue generando odio.
Spotify está intentando combatir este disgusto con información. Para ser exactos, recomendando a todos los usuarios disgustados que lean el post en el que Van Schneider explicaba en junio el cambio. Pero el propio diseñador reconoce que el problema es difícil de combatir, porque son los propios usuarios los que hacen suyos los comentarios negativos de otros y los retuitean alegremente.
Y hay otro problema añadido: está bastante estudiado que el sesgo del statu quo afecta a nuestra toma de decisiones, pero todavía está por ver qué pasa cuando los cambios nos son impuestos (aparte de que levantemos el puñito hacia la pantalla). No tenemos el poder de decidir quedarnos con los colores viejos o cuándo se activan las modificaciones de las apps en nuestros móviles.
Por eso casi todas las empresas tratan de que los cambios sean lo menos traumáticos posibles, que pasen desapercibidos.
Fuente: xataka.com